La decana electa del Colegio del Colegio de Periodistas de La Libertad enfatiza que los periodistas deben asumir el desafío de mantenerse al día con la estructura y las reglas que gobiernan el buen uso de la lengua española.
Dina Yepez Cerna*
El periodista es un profesional que vive del lenguaje: la lengua es su razón de ser, el vehículo de sus ideas. No se concibe la actividad de un comunicador sin el manejo solvente de las palabras para lograr las características básicas de la redacción y locución periodística: claridad, concisión, precisión y brevedad.
Estas cuatro condiciones constituyen una suerte de mandamientos del buen periodismo, de aquel que hoy se echa de menos en los diarios y espacios periodísticos de radio y televisión. Hay en los medios una suerte de relajo y lasitud en el uso de la lengua. Se olvidan que el texto periodístico es, desde siempre, un arquetipo de la corrección lingüística. No se trata, por supuesto, de sostener una postura reaccionaria a los cambios ni a la imaginación popular que cada día modifica y reinventa la lengua con giros y modismos expresivos que enriquecen el universo de la lengua, en nuestro caso la lengua española.
Conocer los entresijos de nuestro idioma, en el caso del periodista, no es una opción cultural, sino una obligación moral y deontológica. Parafraseando a Gabriel García Márquez, podríamos afirmar que el primer deber del periodista es escribir y hablar bien. Y para lograr esto se requiere una cultura lingüística que se obtiene en diccionarios, en manuales, en la literatura. Es una pasión por la lectura porque las estructuras de un idioma no se aprenden de manera mnemotécnica, sino por ósmosis, un aprendizaje sistemático y casi imperceptible.
Entonces, primero es una suerte de pasión por las palabras, una cierta extrañeza frente a la lengua y una introspección en la conciencia lingüística para reconocer que el hombre es, antes que nada, un ser que habla y escribe y que el lenguaje lo convierte en un verdadero homo sapiens. El lenguaje, por tanto, no es un acto reflejo, sino producto de una actitud reflexiva que uno debe mantener siempre. No se aprende a hablar y escribir de modo definitivo, el aprendizaje de la lengua es permanente y vitalicio, por lo que los periodistas tenemos el desafío de mantenernos al día con la estructura y reglas que gobiernan el buen uso de nuestra lengua.
Redacción y estilo
Desde esta perspectiva, el libro La redacción no se improvisa. Guía para elaborar textos de calidad, de Jesús Raymundo, constituye un valioso aporte para los 470 millones de hispanohablantes y, sobre todo, para los periodistas, quienes deben leerlo con especial atención. Esta suerte de manual aborda los casos que generan duda en el empleo de las palabras, la ortografía, la sintaxis y la lingüística del texto.
Con buen criterio didáctico, Jesús Raymundo no se detiene en abstrusas disquisiciones sobre la doctrina gramatical, sino destila reglas quintaesenciadas de su labor como corrector y editor de textos, tarea que lleva a cabo desde hace más de dos décadas. El libro está dividido en cuatro capítulos: el primero aborda espinosos casos de la ortografía a la luz de los cambios aprobados por la Real Academia Española el año 2010; el segundo trata sobre la escritura de las expresiones numéricas, en torno a las cuales abundan los gazapos y las faltas de coherencia; el tercero incide en los signos de puntuación, y el cuarto propone pautas de redacción.
Coincidimos con el prologuista del libro, Eloy Jáuregui, quien hace énfasis en su concepción práctica al sostener que “el libro está compuesto desde la utilidad de la retórica válida hasta la casuística que deja el ejercicio, por ejemplo, que hoy muestran los medios masivos del Perú y del extranjero”.
Desde el título, el texto de Jesús Raymundo nos alerta que el manejo del lenguaje no se improvisa, sobre todo en la redacción, ámbito de la comunicación en el que los errores dejan de ser veniales y se vuelven faltas capitales y altamente reprobables. Como sostiene el sabio adagio latino: verba volant, script manent (‘la palabra vuela, el escrito perdura’), redactar es una tarea compleja que requiere todos los sentidos aguzados y en el que trasuntamos toda nuestra cultura y visión del mundo.
Profusa es la bibliografía sobre cuestiones de la lengua, pero por su clara sistematización y abordaje de aspectos de dudoso uso, el libro de Jesús Raymundo, La redacción no se improvisa. Guía para la elaboración de textos de calidad, constituye un volumen de consulta obligatoria para quienes, como los periodistas y demás comunicadores sociales, la escritura constituye su hábitat, un medio de expresión que bien manejado puede hacer que los mensajes lleguen a sus destinatarios e influyan de modo perdurable. La obra de Jesús Raymundo nos presta una ayuda decisiva en este afán de conocer y manejar nuestra milenaria lengua para cumplir con el primer deber del periodista.
* Es decana electa del Colegio de Periodistas de La Libertad y directora de la revista Vea.